Refugio: Un lugar de paz
Reyin
Durante su viaje, el Guerrero halló una pequeña morada, era una vieja cabaña de madera, robusta y cálida, que resistía el paso del tiempo, humilde, alejada del camino, adornada con telas suaves, frutos dulces y una llama siempre encendida.
Al llegar, El Guerrero, exhausto de su viaje, entró. ¡Y cuán reconfortante fue! El fuego secó su armadura y calentó sus heladas patas.
Allí vivía la Guardiana: una mujer fuerte, ardiente y atenta, no era como otras figuras del pasado, ella conocía su poder, sabía usarlo, y deseaba al Guerrero con todo su cuerpo.
Durante su estancia, el Guerrero cuidaba los cultivos y mantenía a raya a las fieras del bosque, traía leña, ahuyentaba maleantes y sostenía la paz, era útil, era necesitado, y en esa necesidad, él se sintió valioso.
En aquella cabaña, el Guerrero recordó que su cuerpo aún era fuerte, que su carne no había olvidado el lenguaje del contacto, que había fuego en su pecho y vida en su vientre. La Guardiana sabía danzar con su propia pasión, y en sus brazos él no tuvo que demostrar nada, solo ser.
La cabaña parecía un lugar bello para vivir, el camino allá afuera era solitario, las noches frías y silenciosas, allí, en la calidez de esa morada, se sintió reconfortado y con una paz que creía perdida, temía volver a dormir sin oír a alguien susurrar su nombre.
Pero con los días, una voz comenzó a susurrar en su corazón, El Guerrero había partido tiempo atrás porque había detectado una carencia, una grieta en su alma, estaba en una misión de descubrimiento, si se quedaba en la cabaña, se abandonaría a sí mismo.
Con la Guardiana, El Guerrero confirmó que su cuerpo no había olvidado cómo amar, que su corazón podía recibir sin miedo, ella sanó partes que ni él sabía rotas, le devolvió algo que creía perdido: la certeza de su valía.
Pero la búsqueda no había terminado.
Una mañana, mientras el sol rompía la niebla, El Guerrero volvió a la cabaña y la encontró esperándolo con ciruela y miel.
"Sanaste partes de mí que estaban rotas. Me diste fuego cuando solo tenía cenizas, pero lo que busco está más allá de estas paredes."
La Guardiana lloró, pero asintió, sabía que los guerreros no se encadenan, que su destino está en la batalla, los guerreros se quedan donde son desafiados.
Y al amanecer, con una flor en la empuñadura de su espada, el Guerrero partió, volvía a su causa con la certeza de que un lugar de paz no siempre es un lugar para quedarse, sino una fuerza para continuar.
Así se marchó, libre otra vez, más entero.
Más solo.
Más suyo.




Reflexión
"Forjado en la caída, guiado por la luz.
En cada sombra, una grieta.
En cada grieta, una historia.
En cada historia, una chispa que aviva el fuego.”
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Reyin, el Guerrero que escribe desde sus grietas.