Duelo: Preludio
La lealtad puede ser una prision disfrasada de proposito. A veces, soltar lo que ya se ha caído es el único modo de descubrir que el verdadero templo a reconstruir es uno mismo.
Reyin
9/10/20251 min read


He guardado este templo más tiempo del que puedo recordar.
Tenía la calidez de un hogar, las risas se quedaban pegadas en las paredes.
Aquí aprendí a empuñar la espada y también a escuchar el silencio, a cultivar mi fuerza y mi espíritu.
Este lugar me sostuvo cuando más vacío me sentía, aquí encontré refugio y razon de ser: algo por lo que madrugar, algo que defender… Cada grieta, cada rayo de luz filtrándose en el alba, me decía que era parte de algo, que no estaba solo, me dio raíces, un lugar, un por qué.
Por eso me quedé, me aferré como enredadera al muro.
Sin embargo, el tiempo, como con todo lo demás, fue corroyendo las estructuras.
Todo comenzó a desmoronarse, y yo re colocaba cada piedra en su lugar, como si los muros pudieran cargar por siempre con el peso del cielo.
Aquí gasté mis días, levantando lo caído y oyendo voces que hace años dejaron de hablarme, convencido de que mi propósito era sostener este castillo… mi castillo.
Pero hoy entendí lo que siempre supe y nunca quise aceptar:
Lo que me ata aquí no es una lealtad inquebrantable como yo pensaba… es miedo.
Miedo a que afuera no hubiera nada que me esperara.
Miedo a que, fuera de estos muros, yo también me desmoronara.
Pero ya estaba destruido… al igual que este templo.
Durante años juré que mi destino era protegerlo, y tal vez así era, o tal vez solo era yo, resistiéndome a aceptar que hasta lo más sagrado… a veces, debe quedar atrás.
El guerrero necesitaba encontrar un nuevo propósito, un nuevo camino.
Reflexión
"Forjado en la caída, guiado por la luz.
En cada sombra, una grieta.
En cada grieta, una historia.
En cada historia, una chispa que aviva el fuego.”
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Reyin, el Guerrero que escribe desde sus grietas.