Grieta: Capítulo I - Allí Donde Elegí Caer
Reyin


El Guerrero había escuchado rumores que hablaban de una caverna antigua. Decían que dentro, más allá de trampas y laberintos, yacía un tesoro de oro puro, antiguo, oculto por una razón olvidada.
No lo necesitaba, tenía lo justo para vivir: agua clara, fuego templado, y disciplina suficiente para conseguir lo que le llegase a faltar. Pero había una inquietud nueva, un susurro en la mente: "Si puedes tomarlo, ¿por qué no hacerlo?"
Fue la codicia la que lo guio.
Bajó sin pensarlo, sin miedo, con la seguridad torpe de quien se cree invulnerable. Atravesó la caverna, evitó trampas, conquistó pasillos oscuros como si fuera un juego.
Y al llegar al corazón de la caverna, el tesoro lo esperaba, radiante, brillante y perfecto.
Pero no estaba solo, una alimaña lo enfrentó, no una bestia enorme, era una criatura vil, pequeña, venenosa... Pudo haber huido, aún podía dejar el tesoro y marcharse, pero su codicia habló por él: "¡Es mío!"
La batalla fue corta, su victoria fue limpia... pero la mordida de la criatura fue certera, no sintió nada al inicio, solo un leve ardor, un hormigueo. Tomó el tesoro, lo guardó y salió de la caverna.
Y al llegar a la superficie... el veneno comenzó a hacer efecto.
Ya no dormía igual, sentía picazones que no sabía explicar, observaba su cuerpo con recelo, buscaba signos de muerte donde solo había ansiedad. Y aunque sabía que su cuerpo era resistente y podría soportar cualquier tipo de veneno, sentía culpa.
El tesoro... ya no brillaba igual, lo observaba con desencanto.
"Por esto me contaminé."
Había oro, sí, pero en vez de alegría, le trajo vergüenza.
No fue por la herida en sí, fue por su propia decisión.
Reflexión
"Forjado en la caída, guiado por la luz.
En cada sombra, una grieta.
En cada grieta, una historia.
En cada historia, una chispa que aviva el fuego.”
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Reyin, el Guerrero que escribe desde sus grietas.