Grieta: Capítulo II - Ruido Bajo la Piel

No había sangre, no había fiebre, pero el Guerrero sentía que algo lo estaba devorando desde dentro.

Cada noche, antes de dormir, su mente se llenaba de preguntas:

"¿Me estaré pudriendo por dentro?" "¿Esto me acompañará el resto de mi vida?" "¿Es esto el principio de mi fin?"

El veneno en realidad no lo mataba, pero lo hacía imaginar su muerte.

El Guerrero se volvió su propio carcelero, se examinaba una y otra vez, lavaba su cuerpo como si pudiera borrar algo que no se ve, preguntaba a sanadores, consultaba textos antiguos, se sumergía en aguas curativas, ayunaba... Pero el veneno no era físico, era miedo.

Miedo a haber perdido su pureza, miedo a ya no poder decir "soy luz", miedo a haber cruzado una línea donde no hay retorno.

Se había alejado del lodo… pero el lodo se quedó dentro de sí.

Un día, frente al reflejo en un charco, lo dijo en voz baja:

"Tal vez ya no soy digno."

Y ese pensamiento, más que el veneno, fue lo que realmente comenzó a matarlo.