Grieta: Capítulo III - Donde Aún Arde el Fuego
Reyin


El Guerrero había sanado por completo su herida, el veneno había abandonado su cuerpo, estaba de vuelta, pero ya no era el mismo.
La caverna había quedado atrás, la alimaña vencida, el veneno eliminado y el tesoro en sus manos. A simple vista, nada había cambiado: Su espada seguía afilada. Su cuerpo, firme, fuerte y rebosante, pero por dentro...
...todo crujía.
Ya no se sentía digno del camino.
Caminaba por inercia, dormía sin descansar, miraba el fuego, los árboles y los rastros del viento como si fueran parte de un mundo al que ya no pertenecía. El vínculo con su propósito se había debilitado, ya no sentía pertenencia ni al mundo, ni a sí mismo.
Sentía una presión constante en el pecho, una incomodidad que no se aliviaba con descanso ni respiración, una herida que no sangraba, pero que tampoco sanaba. Él sabía lo que era: una grieta en la imagen que tenía de sí mismo.
Había visto la advertencia, había sentido la duda, y aun así, avanzó por razones que le costaba aceptar.
El Guerrero no podía perdonarse.
Y sin notarlo, dejó de ser él mismo, dejó de entrenar, dejó su espada a un lado, se alejó de los rituales que lo mantenían enfocado, ya no tenía esas sesiones de meditación donde encontraba claridad.
Estaba en duelo. Había perdido la capacidad de reconocerse.
Ya no se veía como un Guerrero de la Luz, había tocado la sombra, y aunque había regresado al camino, sentía que ya no era digno del fuego.
...
Una mañana, en el bosque, escuchó un golpeteo, irregular. Se acercó. Un joven golpeaba un tronco con el puño desnudo hasta sangrar.
No entrenaba, se castigaba.
Golpeaba con desesperación, como quien quiere arrancarse algo de dentro, como quien ya no se soporta.
El Guerrero lo observó... Esa mirada, la conocía.
El joven lo notó y gritó:
—¡No lo soporto! ¡Dime como hago para superar este error!
El Guerrero bajó la vista, no estaba listo para cargar con el peso de ser el ejemplo de nadie, pero tampoco quiso huir.
—Yo también fallé —dijo, apenas audible—. Y no fue por ignorancia, fue porque quise creer que podía jugar con fuego sin quemarme.
El joven se detuvo, lo miraba como si estuviera a punto de recibir la respuesta que tanto deseaba.
—¿Y ahora qué eres?
El Guerrero miró su mano, aun temblando de miedo, aún viva.
—Definitivamente, ya no soy el mismo, pero sigo en el camino, y para mí eso ya es mucho.
Y entonces, como si se respondiese a sí mismo, dijo lo que necesitaba oír:
"La luz que tengo no es pura, es una luz que se atenuó, que se apagó... y que he tenido que volver a encender, sigue viva!. Ya no me interesa que sea perfecta, me basta con que no se apague y me guie por el camino."
El joven escuchó. Y entendió, dejo de lastimarse y siguió su camino.
Esa noche, el Guerrero logró cerrar los ojos. Y al fin pudo descansar.
Reflexión
"Forjado en la caída, guiado por la luz.
En cada sombra, una grieta.
En cada grieta, una historia.
En cada historia, una chispa que aviva el fuego.”
© 2025. All rights reserved.
Reyin, el Guerrero que escribe desde sus grietas.