Duelo: Capitulo III - Fuera de los muros

Lejos de los muros, el guerrero descubre que incluso lo más básico le resulta torpe y extraño. El templo lo había vuelto cómodo, y una habilidad que no se entrena termina por oxidarse.

Reyin

9/12/20253 min read

El guerrero continuaba su viaje, le costaba adaptarse al cambio: ya no había campanas que marcaran su rutina, ni pisos que barrer, ni plantas que regar, solo camino.

Pronto descubrió que sus botas eran demasiado suaves para la piedra; se habían hecho cómodas para pasillos, pero no para el suelo desordenado del mundo.

Intentó orientarse por el sol, pero el cielo estaba nublado, recordó mapas y nombres de arroyos que alguna vez había memorizado “por si algún día partía”, pero ahora, frente a lo real, los recuerdos eran difusos. Siguió caminando hasta adentrarse en el bosque. Al mediodía, el hambre empezó a rascarle el estómago.

Llevaba consigo una cuerda, hizo un lazo como recordaba y lo colgó junto a una madriguera y esperó. El sol cayó, y cuando por fin algo rozó la trampa, el nudo no tenía la suficiente fuerza y la presa huyo, el guerrero quiso reírse de sí mismo, pero no pudo.

Buscó agua y encontró un arroyo estrecho, retiró las hojas de la superficie con la mano y bebió; el frío le congeló los dientes. Luego quiso encender fuego, preparó corteza y hojas secas, golpeó su pedernal y encendió una chispa que pronto se descontroló, se dispersó y esta terminó muriendo. Probó otra vez, y otra, hasta que los dedos le ardieron, ninguna flama se sostuvo.

Acercó sus heladas manos a las brasas resultantes, relajó su respiración y comió las raíces y setas que había logrado reunir, todo sabia a tierra… comió despacio, como si fuera su castigo por su incompetencia del día.

Al caer la noche, intentó construir un refugio con ramas, pero cada intento se derrumbaba al primer soplo de viento, golpeándolo en la cabeza. Maldijo en voz baja. Terminó usando su capa como techo improvisado, aunque el aire entraba por los lados él se recostó. Durmió a pedazos, cuando no lo despertaba el frio, daba un salto porque había sentido algo caminando sobre sus piernas, o porque escuchaba algún sonido viniendo del bosque.

En medio de esas vigilias cortas recordó a su maestro y la facilidad con la que hacía nudos, colocaba trampas y construía estructuras firmes, él lo hacía ver tan fácil que creyó que él podría hacerlo con tan solo haberlo visto.

"Esto también es Kung fu" - le había dicho una vez al terminar de hacer un amarre perfecto.

Al amanecer, recogió la cuerda que usó como trampa y se obligó a repetir el lazo, lo hacía y lo deshacía una y otra vez, entendiendo la naturaleza de la cuerda y la tensión correcta con cada intento, hasta que por fin quedó como en el recuerdo, lo colocó de nuevo

Fue a lavarse la cara al arrollo, vio su reflejo en él pero esta vez no hubo una conversación profunda, ya había sido demasiada charla, ya no tenía ganas…

"Estoy oxidado" - dijo mientras rompía la imagen de su reflejo y se arrojaba agua a la cara

Más tarde al revisar la trampa, encontró una pequeña presa, a penas un bocado, pero suficiente para no morir de hambre. Despellejó al animal, agradeció y encendió fuego, esta vez prendió a la primera.

Todo era cuestión de práctica.

La noche cayó nuevamente, esta vez eligió un lugar más elevado para descansar y así evitar los insectos de la tierra, colocó su techo improvisado, aplanó el suelo con los talones y se echó a escuchar el bosque.

Estaba tan cansado que ya ni siquiera se sentía frustrado, solo quería que amaneciera para volver a intentarlo todo de nuevo.

"Mañana lo haré mejor" - Dijo.

Y se echó a dormir.